De todas las madres y padres de alumnos de la escuela catalana son conocidos los déficits de todo tipo que aquejan a un sistema educativo que nunca ha sido una prioridad para los partidos de gobierno.
Es patente la continua falta de profesorado y el estado lamentable del conjunto de instalaciones escolares en toda Cataluña, y en Santa Coloma en concreto. No es baladí que Cataluña es la Comunidad Autónoma con más módulos prefabricados en los centros educativos de toda España, siendo la octava Comunidad Autónoma en gasto educativo en 2019.
Por tanto, ante el reto de iniciar un curso escolar condicionado a un escenario de pandemia, en Cataluña partimos de una situación de desventaja en relación a otras Comunidades Autónomas. Y frente a esta realidad que haría necesario un mayor esfuerzo económico que asegure un retorno en condiciones de seguridad sanitaria, nos encontramos ante una conselleria dirigida por ERC donde sobran los anuncios y falta la voluntad política de volcar los esfuerzos necesarios. La prueba palapable es la promesa de la Consellería de que este curso, al menos en los centros de Educación Infantil y Primaria, se iniciaría con una ratio de alumnos por aula de 20 como máximo. Un anuncio que cualquiera de nosotros sabe que es una mentira, pues en Santa Coloma hemos detectado grupos de primaria donde hay hasta 26 alumnos.
La realidad es que desde la Conselleria d´Ensenyament se ha traspasado la responsabilidad de gestionar la situación, y de implementar las mínimas medidas de seguridad sanitaria en los centros educativos, amparándose cínicamente en la autonomía de los centros educativos, centros que a partir de instrucciones sanitarias de carácter general han debido elaborar planes de actuación sin contar con apoyo de la consellería, ni en relación a recursos humanos, ni materiales.
A tal grado de dejadez ha llegado la Consellería, que no se ha preocupado ni por los trabajadores de los centros públicos que han sido definidos como población de riesgo por tener patologías previas que pueden verse agravadas en caso de contagio. En este sentido hemos echado de menos un posicionamiento claro de los sindicatos que en otras comunidades anunciaron movilizaciones, antes incluso de conocer las condiciones de salud laboral que iban a ser impulsadas.
Todos entendemos que nos enfrentamos a una situación impredecible y difícil de gestionar, pero como padres debemos exigir, como mínimo, transparencia e implicación de las instituciones responsables de gestionar la educación de nuestros hijos. Y en Cataluña, desgraciadamente, padres, profesorado y alumnos hemos sido abandonados a nuestra suerte, sumiendo a toda la comunidad educativa en un estado de incertidumbre, y enviando mensajes improvisados e incluso contradictorios.
Llueve sobre mojado en la educación catalana, demostrándose de nuevo que no es una prioridad política.